La maldición de no llamarse Drazen Epifanic

Hacía falta un yugoslavo. Alguien llamado Drazen Epifanic, por ejemplo. Esa era la solución a todos los males de un equipo que debutaba en la máxima categoría del baloncesto español.
Hacía falta un yugoslavo. Alguien llamado Drazen Epifanic, por ejemplo. Esa era la solución a todos los males de un equipo que debutaba en la máxima categoría del baloncesto español.
Días atrás, en una de estas salas de espera en la nevera de las calles burgalesas, me encontré con una de esas situaciones que a uno le arrancan una sonrisa.
La imagen de dos padres a puñetazo limpio durante un partido de fútbol es de las cosas más lamentables que se han visto en los últimos años.
Nadie me dijo que en los mercados navideño vendían de todo... menos cosas navideñas.
Hay quien no acepta que el verano se ha terminado y decide taladrarnos los ojos en otoño con las fotos que se olvidó de colgar en sus redes sociales.
No entiendo por qué tras el concierto realizado por los concursantes de la primera edición de Operación Triunfo, la crítica más usada de manera peyorativa fue la de “esto parece una verbena”.
El simple hecho de hacer una noticia sobre el levantamiento de mano de Cristiano ya me parece del todo absurdo.
La televisión sólo te da un pequeño empujón, pero no te asegura ni fama, ni trabajo. ¿O acaso los vencedores de ‘La Voz’ están llenando estadios o salas de conciertos?
En los últimos años hemos visto cómo ha crecido nuestra dependencia hacia las redes sociales, tanto que hasta compartimos nuestros momentos más íntimos.
En pocos años, hemos visto como los bares de fiesta, pubs o discotecas tienden a abrir más tarde y a cerrar antes, en detrimento de los establecimientos de pichos.