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Por Emilio Rodríguez García

España en llamas


España arde. Literalmente. El fuego arrasa hectáreas, las sirenas no paran y ya hay vidas que no volverán. En cualquier país sensato, esta sería la hora de arremangarse, coordinarse y remar juntos. Pero aquí, mientras las hectáreas se consumen y las vidas se pierden, nuestros dirigentes parecen más ocupados en batallas de teclado que en apagar incendios.

En vez de ruedas de prensa conjuntas o planes de choque, tenemos a ministros usando X como si fueran adolescentes aburridos en verano: mensajitos para chinchar al rival, pullitas con foto incluida y, cuando la cosa se les va de las manos, borrado rápido y aquí no ha pasado nada. El equivalente político a 'yo no fui, profe'.

¿A quién beneficia esta coreografía digital? Probablemente, a nadie que esté respirando el humo de un incendio real. La polarización venderá titulares y apuntalará a políticos en ciertos puestos -con o sin currículum, pero no apaga fuegos. 

No hay coordinación, es un sálvese quién pueda y, otra vez más, vemos al pueblo salvando al pueblo. Porque cuando no hay un dirigente que unifica y lidera, es un caos. Y ante esa situación, cada padre, madre, hijo e hija, arrima el hombro para ayudar al vecino. Aún a costa de perder su vida, como así ha pasado.

El país sigue dividido entre quienes se indignan con el hacer de los políticos -que al fin y al cabo son los principales responsables de liderar esta situación- y quienes se indignan con los indignados. Nadie parece dispuesto a cruzar la acera y hablar con el 'otro bando' para hacer algo tan radical como, no sé, trabajar juntos.

Ante estas situaciones que realmente me exasperan, siempre recuerdo la magnífica frase atribuida a Bismarck: "La nación más fuerte del mundo es sin duda España. Siempre ha intentado autodestruirse y nunca lo ha conseguido. El día que dejen de intentarlo, volverán a ser la vanguardia del mundo".

Pues eso. Ojalá ese día llegue antes de que no nos quede nada que liderar.