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Por Emilio Rodríguez García

Cómo monetizar la soledad


Si hay una historia de éxito que define nuestra época, no es la del metaverso ni la de los coches eléctricos. Es la de OnlyFans, una plataforma de suscripción donde los creadores ofrecen contenido exclusivo (a menudo para adultos) a sus seguidores de pago. Un gran hermano a la carta, pero con tarjeta de crédito de por medio.

Mientras el resto del mundo se rompe la cabeza con la inteligencia artificial, el dueño de esta plataforma, el señor Radvinsky, se ha embolsado 700 millones de dólares. ¿Y su secreto? La soledad. Con solo 46 empleados y una web, ha demostrado que el negocio del futuro no es la tecnología, sino saber explotar el vacío emocional de las personas.

Los números de la miseria (ajena)

Para entender la magnitud del fenómeno, basta con mirar las cifras. La mayoría de las personas que crean contenido en esta plataforma, apenas generan unos 150 euros al mes. Un sueldo que no da ni para pagar el alquiler de una habitación con vistas a un patio interior. Pero luego está ese 0,1%, que se embolsa casi 150.000 dólares mensuales, lo que les permite cambiar de Porsche cada año.

Y aquí viene el detalle más interesante: la mayoría de los ingresos no vienen de las suscripciones, sino de los mensajes privados. Porque no es que el suscriptor quiera ver tu contenido, es que lo que realmente busca es la fantasía de una conexión real, aunque sea pagando. Visto así, no es un negocio de contenido, sino una especie de mecenazgo de la soledad.

Este caso me hace pensar en el papel de los gobiernos. ¿Qué pasaría si fueran capaces de identificar estas tendencias y actuar de forma proactiva? El gobierno de Estados Unidos, por ejemplo, ha tomado un 10% del capital de Intel a cambio de 8.900 millones de dólares en subvenciones para proteger a una de sus empresas tecnológicas clave. Esto define un nuevo modelo de colaboración público-privada en el que el Estado se convierte en un actor estratégico para garantizar la soberanía tecnológica o prevenir problemas de salud mental.

La próxima vez que oigamos hablar del éxito de OnlyFans, recordemos que no es solo una historia de millonarios. Es un reflejo de que la conexión humana se ha convertido en un bien de consumo, algo que se compra y se vende. Y eso fastidia.