Madrid, capital de Armenia
Si saliésemos a la calle a preguntar a los viandantes cuál es la capital de Armenia, quizá no demasiados conociesen la respuesta, aunque con toda seguridad nadie contestaría que Madrid. Y, sin embargo, la actual capital de España, antes de serlo, ostentó durante un período el título de capital de Armenia, por azares del destino.
Madrid ha sido la capital de España casi ininterrumpidamente desde su proclamación como tal por Felipe II en 1561. Pero en el siglo XIV, una carambola geopolítica ligó increíblemente su historia a la de un lejano territorio durante unos años.
En la Edad Media, en plenas Cruzadas, la actual región turca de Cilicia, en el Mediterráneo oriental, vio el nacimiento de un pequeño reino cristiano, fundado por refugiados tras la invasión selyúcida de Armenia, un reino del Cáucaso, en el 1078. En homenaje a su tierra de origen, llamaron al lugar "Armenia Menor" o "Pequeña Armenia". Esa situación se perpetuó 300 años, hasta que en 1375 fue conquistado por los mamelucos egipcios enviados por el sultán de Babilonia.
En ese momento, su monarca era León o Levón V, alumbrado en torno a 1342, de la dinastía franca de los Lusignan. Llevaba reinando solo un año, tras desbancar a su familiar Constantino V. Se había casado en Chipre con Margarita de Soissons.
El 26 de julio de 1374, León conseguía llegar a la ciudad de Sis en Armenia Menor con su esposa y su hija María, y allí ser coronado, con 32 años, por los ritos latinos y armenios en la iglesia de Santa Sofía el 14 de septiembre, fiesta de la exaltación de la Santa Cruz. Pero contaba con la animadversión de la nobleza orientalista, por haber reprimido a los partidarios de Constantino V y apoyar al pontífice. Viendo su debilidad interna, el sultán de Egipto, al-Malik al-Ashraf, inició un asedio con el objetivo de conquistar Cilicia. Nueve meses después, en abril de 1375, los musulmanes ocupaban Sis y capturaban a la familia real.

El sultán ofreció a León su excarcelación si apostataba de la religión cristiana, unas veces prometiéndole recuperar su reino, otras amenazándole de muerte, y maltratándoles a él y su familia. León se negaría repetidamente, prolongándose su prisión desde el 9 de julio de 1375 por un período de siete años. En ese tiempo, el armenio no cejó de enviar cartas a diferentes dirigentes cristianos como el papa Gregorio IX, el emperador de Roma y Constantinopla Juan V, o el rey de Francia Carlos V, para rogarles pagar el rescate que por él pedía el sultán de Babilonia, asequible para cualquier soberano: joyas desconocidas en su tierra, como escarlatas; unos halcones, y la humillación de un soberano cristiano que le implorase la liberación de León.
Pero León apenas recibió respuestas: Pedro II de Chipre, Juana, reina de Nápoles, el emperador de los romanos y el pontífice solo enviaron una misiva de apoyo, sin los presentes requeridos por el sultán. Los emisarios europeos que llevaron las cartas a este recibieron su mentira de que León había declarado por escrito que ya se encontraba adaptado y quería pasar el resto de su vida en El Cairo.
Cuando León V ya había perdido toda esperanza de redención, el 20 de julio de 1377 recibió una inesperada visita. Dos franciscanos, peregrinos a Tierra Santa, pasaban por El Cairo a conocer al príncipe cristiano cautivo allí por defender su fe.
Los franciscanos, el francés Jean Dardel y el italiano Antonio de Monopoli, escucharon la historia de León de sus labios y accedieron a llevar cartas suyas al Santo Padre y a los soberanos cristianos del occidente europeo, suplicando ayuda para su manumisión. A continuación, Dardel y Monopoli continuaron su peregrinaje a Tierra Santa, del que regresaron dos años después, en 1379, deteniéndose de nuevo en El Cairo a visitar a León.

Viendo los nulos avances en la situación de este en el bienio transcurrido, decidieron encargarse personalmente de su puesta en libertad. Dardel se convirtió en su capellán, secretario y cronista. El 11 de septiembre de 1379, los dos franciscanos partían de El Cairo provistos de cartas de León y, como prueba, su anillo de oro con las armas regias y el lema Regis Armeniae Leones, dirigiéndose hacia la península ibérica, a recabar el apoyo de los monarcas aragonés y castellano-leonés.
Tras seis meses de arduo viaje, Dardel y Monopoli llegaban a Barcelona, en la Corona de Aragón, el 1 de marzo de 1380. Cuatro días después se entrevistaban con Pedro IV, quien les proporcionaba la galera "Victoria" y cartas al sultán pidiendo soltase a León. En Medina del Campo, en el reino de Castilla, en otoño de 1380, les recibiría el rey Juan I, apiadándose de León por la inquebrantable fe cristiana demostrada y accediendo a pagar su salvación entregando los requerimientos del sultán.
De Barcelona, en la galera, partieron el 21 de mayo de 1382. El 14 de agosto llegaban a Alejandría y el 6 de septiembre el almirante Barcouc los recibía en El Cairo en nombre del sultán. Por fin, el 30 de septiembre de 1382, tres años después de la última vez que habían visto a León de Armenia, este era puesto en libertad, encaminándose a Castilla para agradecer a Juan I su decisiva intervención, mientras nombraba a Dardel su canciller. Lamentablemente, la esposa e hija de León habían fallecido ya en prisión.
Los viajeros hicieron escala en Avignon, sede pontificia, donde Clemente VII entregó a León una rosa de oro. En Barcelona fue recibido en la Corte del rey aragonés Pedro IV. Y finalmente puso rumbo a tierras castellanas para reunirse con Juan I, que se encontraba en Badajoz en vísperas de su matrimonio en segundas nupcias con la princesa Beatriz, hija del rey de Portugal, Fernando I. Juan I, enterado de que León se aproximaba a tierras pacenses, alargó los festejos del desposorio hasta su llegada.
Juan I sale a su encuentro para agasajarlo con los honores propios de un príncipe cristiano. El 15 de mayo, ambos se ven frente a frente, descabalgan de sus monturas, primero el de Armenia, para mostrar su reverencia al magnánimo rey que había permitido su liberación, y posteriormente el castellano, en un gesto de humildad y generosidad, para abrazarse como iguales.

Meses después, en Segovia, donde se celebraban Cortes, León aprovechaba el foro para instar a los asistentes a lanzar una cruzada que le permitiera recuperar su reino. Juan I no quiso comprometerse a tal empresa, pero para que León de Armenia pudiera vivir en Castilla con la dignidad de su sangre real lo nombró señor de Madrid, Andújar y Villareal (la actual Ciudad Real) y le concedió la elevada renta anual de 150.000 maravedíes.
La terna de villas no tomó de forma positiva la constitución del señorío. La carta que remite el concejo madrileño al rey le pide que a la muerte del nuevo señor vuelva Madrid a integrarse en la Corona. Juan I accede en Segovia el 10 de octubre de 1383, para lo que declara la cesión como personal a León, concluyendo por consiguiente con la vida de este, sin poder transmitirse a sus descendientes. Asimismo, prohíbe que el armenio pueda enajenar o donar los tres señoríos.
En la primera carta que León remite desde Segovia el 19 de octubre de 1383 al concejo de Madrid como señor de la villa, asume las peticiones de los vecinos confirmando a Madrid todos sus fueros, privilegios, usos y ordenamientos. Entre noviembre de 1383 y febrero de 1384, visitó Madrid, Ciudad Real y Andújar, siendo recibido como su señor por una multitud que le acompañó en procesión por las villas.
León V se estableció en Madrid y la convirtió en la capital de la Pequeña Armenia. Reconstruyó las torres del Alcázar, donde se instaló, dañadas por un incendio en tiempos de Enrique II, y emprendió medidas populares como bajar los impuestos o mantener en el cargo a los funcionarios de la villa. Aunque intentó congraciarse con el pueblo paseando por las calles sin séquito, los madrileños no estaban cómodos al tener un gobernante extranjero impuesto. Empezaron a circular coplillas por la ciudad críticas a León I de Madrid: "Dicen que de la Armenia nos viene un señor, guárdenos Dios de tan real favor" o "si la villa fuera silva la guardaría el león. Mas es tierra castellana, no queremos tal señor".
León, notando el rechazo y firme en su empeño de concitar apoyos de potencias para recuperar Armenia, a finales de febrero de 1384 se dirigió hacia Navarra, donde consiguió que el rey Carlos II pusiera a su disposición un ejército para su proyecto. Prosiguió hacia París donde llegó a finales de junio para exponer su cruzada al rey francés Carlos VI, "el Bien Amado". Lo intentará también con el rey Ricardo II de Inglaterra, país donde permaneció hasta marzo de 1386. Fijó su residencia en Francia, donde, con el objetivo de procurarse un heredero por si alguna vez recobraba su corona, nació su hijo Guyot.

A la muerte de Juan I, producida en Alcalá de Henares por una caída del caballo el 9 de octubre de 1390, León regresó a Castilla, acudiendo a Toledo, donde tendrían lugar las exequias de su benefactor y su entierro en la capilla de Santa María. Asistiría a la coronación de su sucesor Enrique III como nuevo rey, y estaría en Castilla durante la celebración de las Cortes en Madrid desde finales de enero de 1391 hasta el 25 de abril.
Esta sesión de Cortes recibiría los juramentos de lealtad al nuevo monarca, aprobando la constitución de un Consejo de Regencia durante la minoría de edad de este, de solo 12 años. En dicha reunión de Cortes, los procuradores representantes de las tres villas pertenecientes a León V recordaron la promesa del finado Juan I, de que el señorío en favor de León V, de Andújar, Madrid y Ciudad Real, solo fuera vitalicio. Así lo mencionaron ante Juan Martínez del Castillo, canciller del sello y hombre de confianza del nuevo rey, custodio de las escrituras. El compromiso se ratificó en la carta emitida en la villa de Madrid, durante las Cortes, el 13 de abril de 1391. Enrique III, asesorado por sus consejeros, revocó la donación dos años antes de la muerte del armenio, sin perjuicio de que a las villas se les exigiese seguir abonando las rentas a León V mientras este viviese.
Tras la decisión acordada en Cortes, viendo el desapego de los madrileños, León regresaba a París, donde Carlos VI de Francia le había cedido el castillo de Saint-Ouen y concedido unas rentas, de cobro compatible con las españolas. León V intentó en vano mediar en la guerra de los Cien Años entre ingleses y franceses, para unir ambos en una cruzada que marchara a Oriente y liberara Armenia. Jamás materializó su anhelo de recobrar su corona. Fue el último monarca del reino armenio de Cilicia; su título y derechos fueron transferidos a los reyes de Chipre y Jerusalén de la dinastía de los Lusignan, y pasarían después a la Casa de Saboya.
En la capital gala León residió los últimos años de su vida. El 20 de julio de 1392 dictaba testamento, produciéndose su muerte el 29 de noviembre de 1393, lejos de su añorada tierra, en el parisino palacio de Tournelles. Tras un suntuoso funeral, fue sepultado según sus deseos en el Convento de los Celestinos, en París, y tras la destrucción de este durante la Revolución Francesa, su tumba trasladada en 1817 a la Basílica Real de Saint-Denis, el panteón real de Francia, donde hoy reposa bajo su estatua yacente de mármol blanco.
Así acabó el breve periplo de Madrid como capital de Armenia, antes que de España. Hoy en Madrid existe la calle Leon V de Armenia, cerca de la Vía Carpetana, en Aluche. También se han llamado con su nombre un brandy y un restaurante madrileño. En recuerdo de León V de Armenia, que se convirtió en León I de Madrid entre 1383 y 1391.

