Mendoza y su humor inteligente en los Princesa de Asturias: "Lo último que se pierde es la vanidad"

El escritor barcelonés Eduardo Mendoza asegura que el mejor elogio que ha recibido es el de ser un "proveedor de felicidad"

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Mendoza y su humor inteligente en los Princesa de Asturias: "Lo último que se pierde es la vanidad"
Eduardo Mendoza, galardonado con el Premio Princesa de Asturias de las Letras (EFE)
El autor esTeresa Sánchez
Teresa Sánchez
Lectura estimada: 2 min.

El escritor barcelonés Eduardo Mendoza, galardonado con el Premio Princesa de Asturias de las Letras 2025, ha asegurado tras recibir el reconocimiento que el "mejor elogio" que ha recibido en su vida es el de ser un "proveedor de felicidad" con sus libros, y ha añadido que le gustaría que eso "fuera cierto, aunque sea en dosis homeopáticas". "Si alguna felicidad he dado a mis lectores, ellos me la han devuelto con creces con su lealtad, su complicidad y su cariño", manifestó el autor durante la ceremonia de entrega del galardón, otorgado por su aportación "decisiva" a las letras.

Mendoza, creador de títulos ya clásicos de la literatura española como Sin noticias de Gurb o La verdad sobre el caso Savolta, afirmó que el premio ha sido para él "una sorpresa, un honor, una alegría y también un incentivo", porque, según dijo con su habitual ironía, "si no se mira al espejo, todavía se considera una joven promesa de la Narrativa Española".

"Lo último que se pierde no es la esperanza, sino la vanidad", bromeó el escritor desde el Teatro Campoamor, en un discurso marcado por el humor inteligente que caracteriza toda su obra.

Nacido en Barcelona en 1943, Mendoza explicó que su obra es el resultado de "muchos factores", entre ellos la suerte de haber crecido "rodeado de libros y de personas que le leyeron en voz alta", lo que le permitió disfrutar desde niño de una "amplia biblioteca" que le estimuló e inspiró. Recordó también con ironía su etapa escolar. "En el colegio recibí una educación estricta, tediosa y opresiva. Tenazmente me inculcaron las virtudes del trabajo, el ahorro y el decoro, gracias a lo cual salí vago, malgastador y un poco golfo, tres cosas malas en sí, pero buenas para escribir novelas".

El autor aprovechó para rendir homenaje a su ciudad natal, a la que definió como "cálida, soleada, tranquila, laboriosa y conservadora", pero también "viciosa y canalla", un escenario que le inspiró a explorar su "interesante pasado turbulento y criminal. Las ciudades, como las novelas, son de todos y no son de nadie", sentenció.

Tras agradecer el apoyo de su familia, amigos y compañeros de profesión, Mendoza bromeó con su característico desparpajo: "Los demás factores para llegar adonde he llegado son mérito mío. Ya está bien de modestia".

En el tramo final de su discurso, el escritor confesó no ser "ni optimista ni pesimista", aunque admitió que no le gusta el mundo tal como lo ve, "quizá porque ha tenido la suerte de vivir una larga etapa excepcional de relativa paz, estabilidad y bienestar. A mi edad, preferiría disfrutar de lo que hay y no andar quejándome de lo que falta, pero me temo que no podrá ser", señaló. "Por lo demás, los años me han hecho valorar sobre todas las cosas el respeto. Y si algo me han enseñado es que todo es relativo. O quizá no".

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