Mientras el PC rechaza las críticas de Jruschov sobre Stalin, el Kremlin consolida el poder de Putin en un escenario que revive sombras del pasado soviético
La rehabilitación de Stalin y el paralelismo con Putin: poder absoluto y culto a la personalidad
Mientras el PC rechaza las críticas de Jruschov sobre Stalin, el Kremlin consolida el poder de Putin en un escenario que revive sombras del pasado soviético
La rehabilitación de Stalin ha alcanzado su cénit en Rusia con la revisión del histórico XX Congreso del Partido Comunista de la Unión Soviética (PCUS) en el que fue condenado el culto a la personalidad, las purgas estalinistas y las represiones de los enemigos del pueblo.
La campaña de limpieza de la imagen del dictador georgiano sancionada por el Kremlin recibió un nuevo espaldarazo con la decisión del heredero del PCUS, el Partido Comunista de Rusia (PCR), de criticar como falso el informe presentado en 1956 por el entonces secretario general, Nikita Jruschov. El informe presentado por Jruschov contenía, según los comunistas, "hechos manipulados y acusaciones falsas contra Stalin", al tiempo que "distorsionaba la verdad sobre sus actividades estatales y del partido".
"La decisión de nuestros colegas del PCR fue muy correcta (...) Debemos defender nuestra historia, hacer todo para que los nombres de los héroes, líderes militares, jefes de Estado que lograron la Victoria, sean defendidos y perpetuados", comentó Viacheslav Volodin, presidente de la Duma o cámara de diputados.
El discurso pronunciado entonces por Jruschov desveló no sólo a los soviéticos sino a todo el mundo -la intervención se publicó también en la prensa occidental- la magnitud de los excesos cometidos por Stalin contra su propio pueblo.
Jruschov tira de la manta
En su discurso apeló primero a Karl Marx, que había advertido del peligro de convertir a un líder en un 'superhombre', y a Lenin, que antes de morir en 1924 envió varias cartas al partido en el que advirtió del peligro de que una sola persona tan cruel y violenta amasase tanto poder en sus manos y pidió al partido que le retirase la confianza.
Stalin, al que acusó de sufrir "manía persecutoria", exigía "una incondicional subordinación. Aquellos que se rebelaran o intentaran demostrar la certeza de sus opiniones estaban condenados a ser apartados de los puestos de dirección y a la posterior destrucción moral y física".
"Todo lo decidía solo, sin prestar atención a nada ni a nadie", dijo. Recordó que fue él quien ideó el concepto de "enemigo del pueblo", que diezmó las filas del PCUS con injustas acusaciones que no exigían la presentación de pruebas y que conducían a juicios sumarios. "¡Camaradas! Debemos acabar decididamente con el culto a la personalidad, de una vez y para siempre", dijo.
El mundo conoce el terror rojo
Jruschov metió el dedo en la llaga cuando aseguró que Stalin aprobó personalmente entre 1937 y 1938 cientos de listas con los nombres de miles de personas que debían ser represaliadas. En unas palabras que a buen seguro provocaron escalofríos entre los presentes responsabilizó -Stalin había muerto en 1953- al "poder ilimitado" del dictador por el "exterminio físico y moral" de cientos de miles de soviéticos.
No olvidó criticar la decisión de deportar a millones de caucásicos -incluido chechenes y tártaros-, además de kalmucos, supuestamente por colaborar con los nazis, lo que costó la vida a muchos de ellos. "Los ucranianos se libraron de ese destino sólo porque eran demasiados y no había donde enviarlos. De lo contrario, también los habría enviado", dijo.
La condena de Stalin se hizo realidad en el XXII congreso celebrado en 1961, tras lo que su momia fue retirada del mausoleo donde yacía junto a la de Lenin.
Mientras, Jruschov, que cometió no pocos errores en vida, el mayor de los cuales estuvo a punto de provocar la III Guerra Mundial durante la crisis de Cuba, pagó su atrevimiento con la destitución y caída en desgracia en 1964.
¿Putin, el nuevo Stalin?
Esto ocurre justo cuando el culto a la personalidad de Putin, que lleva ya 25 años en el poder -cuatro de ellos como primer ministro- ha alcanzado límites insospechados hasta hace bien poco.
Si no era suficiente con la vertical de poder que instauró poco después de su llegada el Kremlin, aprobó en 2020 un referéndum a todas luces anticonstitucional que le permitirá perpetuarse en el poder hasta 2030, tantos años como Stalin, e incluso hasta 2036.
Al igual que Stalin -Mijaíl Gorbachov lo advirtió antes de morir-, Putin renunció a las decisiones colegiadas y a la separación de poderes, y acumuló un poder absoluto en sus manos ante el que nadie en Rusia se atreve a rechistar.
Después, ordenó en 2022 iniciar una guerra sin aparente justificación contra Ucrania, antigua república soviética en la que Stalin organizó en los años 30 del siglo XX lo que muchos historiadores consideran un genocidio a través de la hambruna (Holodomor) provocada por la colectivización forzosa de la tierra.
En el Holodomor murieron varios millones de personas, mientras en los 40 meses que llevamos de guerra en Ucrania son ya cientos de miles los muertos de ambos bandos, entre combatientes y civiles.
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